sábado, 20 de noviembre de 2010

Retazos I

Tan negra se mantenía la estancia que no había ni un solo destello que pudiera reflejarse en las lágrimas de impotencia que estaba derramando. Eran muy pocas, apenas suficientes para resbalar por su mejilla.

No estaba triste, sólo derrotada.

Su intelecto lo estaba llevando bien, su niña interna no tanto. La foto que habitaba en esa mesita prestada le recordaba sus bucles cobres, su mirada enorme, perdida, su tez luminosamente blanca y esa sonrisa pícara y deliciosa que su actual dueña poco se había preocupado en cuidar.

Podía haber sido peor decían todos, desde los manuales de medicina hasta los parientes más cercanos. Pero eso no quitaba culpa al agravio producido a la pequeña que aún residía en su interior. Aunque nada podía haber hecho la actual dueña de la cobriza melena, sguía pidiendo perdón hacia dentro por si eso pudiera subsanar alguno de los pasos ciegamente dados en el trayecto vital que habían recorrido.

Prometió, y no fue vacía la apuesta, que seguirían el plan acordado de ahora en adelante.

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