martes, 19 de octubre de 2010

El amor te calma, incondicionalmente

Las desgracias, las de verdad, vienen de repente. Podrías haber detectado que algo iba mal porque señales, probablemente las hubo, pero o no eran muy evidentes o preferiste no hacer ningún caso a las alarmas.

Y sin más te encuentras ante algo que no eres capaz de manejar, que te impide pasar más de 10 minutos sin llorar desconsoladamente y que no tiene mayor solución que aguantar la espera, conocer la realidad y enfrentarte a ella. Si es que, finalmente, existiera vía defensa alguna.

El colacao y el lexatin, de 1,5 sin pasarse, ayudan a paliar la ansiedad descorazonadora que te agarra hasta ahogarte.

Sin embargo, no voy a hablar, aunque es tentador, de lo que fluye internamente en una situación así.

Toca expresar la sensación contraria. Que no es de felicidad. Sino la que a uno le invade por sentirse querido, cuidado y mimado hasta límites que no esperas, con una dedicación constante, cuando "informas" de que algo no va bien. Proviene de personas que sabes que te aprecian, que te quieren, pero que lo demuestran de manera ni siquiera imaginada cuando la situación y tu malestar lo requieren.

Lo reconozco. Soy incapaz de estar sola en situaciones como la que os comento. A menos cuando soy un hecho irrefutable y no sólo una amenaza. Antes, en los días previos a la gran tormenta, lo callo es una losa que sólo yo aguanto y que sé que me aplastará una vez confirmada su existencia. Afortunadamente, una vez que la angustia y la tristeza extrema empiezan a invadirme, soy capaz de dar la voz de alarma. De pronto, de la nada, sale una red visible, inmensa e irrompible de abrazos que me apoyan para buscar soluciones rápidas y o menos malas. Me traquilizan con voces de expertos y, ante todo, me miman y me arropan de una forma que casi ni creo merecer: incondicionalmente.

Me siento bien, aunque mi mundo pudiera desmoronarse por una de esas noticias "de repente". Tengo una de las mejores bases personales que conozco, eso es indicativo de que el camino que recorro es el acertado. Y los compañeros de viaje, lo mejor del mismo.

No es mi mejor texto, pero hoy necesito plasmar un agradecimiento a gente que ni lo leerá. Ya se lo diré, eso seguro, en persona.

2 comentarios:

Lucía Fdez. Segura dijo...

Un buen apoyo debe ser discreto en los buenos momentos y férreo en los malos, pero debe estar ahí siempre.
Y cuando no lo hay, por cualquier cosa, uno debe acostumbrarse también a ser el que se duele y el que se cura... Que no es nada fácil.

Katharina Hall dijo...

Sí, uno debe saber y manejar que el mejor apoyo que tiene es uno mismo. Pero es agradable saber y vivir que cuando necesitas que te arropen, hay mucha gente con mantas y abrazos para hacerte pasar el mal trago con amor y cariño.

besines.

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